Los demorones que van en busca de las últimas entradas, los voluntarios siempre atentos, los curiosos que merodean y hasta los que ni siquiera saben un cuarto de lo bien que jugaba al tenis este australiano lo cargosean demasiado: se sacan fotos, se trepan a la escultura, le ponen gorritos al pobre Rod... Señal inequívoca, claro, de que arranca el Abierto de Australia. No es la única, por supuesto...
Bajando por esa Batman Avenue que desemboca en el Rod Laver Arena y en el no menos majestuoso Vodafone Arena, cientos de banderas alusivas al primer Grand Slam del año copan el paisaje y flamean al viento que, como el calor, siempre están: "Where the world comes to play", rezan, y obvio que es aquí, al Sur de Australia y bien cerca del fin del mundo, donde el planeta del tenis viene a jugar.
Aquí, mientras David Nalbandian le prende velas hasta al santo de los canguros para sanarse su espalda (mañana, probablemente hoy en Argentina, se sabrá si participará) y poder debutar ante el australiano Robert Smeetz, va cayendo gente al baile. Mucha gente porque la fiesta, se sabe, es inmensa. Al punto que se la promociona como el Grand Slam de Asia y del Pacífico...
Ya está Roger Federer, que venció 6-0 y 6-0 a ese virus estomacal que tuvo en vilo a los organizadores del Australian Open. Claro, el suizo y número 1 del mundo (¿por los siglos de los siglos?) es la cara que más promociona desde los afiches este torneo. Pero, lo dicho, el maestro Roger está. Y está ilusionado, como siempre, ya que irá por otro Grand Slam. También está el misionero Diego Hartfield, no tan ilusionado él, claro, porque le tocó bailar con la más fea: justo debuta contra Federer...
El viernes australiano (parte del jueves argentino) fue un día clave en el ruido de pelota y en el armado del torneo. Porque se realizó el sorteo y todo el mundo anduvo pispeando el cuadro que le tocó en suerte. Porque hubo más qualy. Porque viajó desde Sydney Agustín Calleri, que venía de perder con el checo Stephanek. Y porque se fueron ultimando detalles, como esa gigantografía que pusieron justo a la entrada del Rod Laver Arena, con Rafael Nadal (de remera sin mangas de color verde) promocionando el lanzamiento del Rondo 7, de Kia Motors.
Desde uno de los puentes de la Batman Avenue, mucha gente se pone a mirar alguna de las tantas canchas de entrenamiento que tiene el Melbourne Park. Allí hay tenistas que, bajo un sol agobiante, prueban las bondades de la nueva superficie: plexicushion...
Van acostumbrando su juego a este piso -algo más lento-, y entre drives y voleas hacen que sus ojos se acomoden al nuevo color: azul... Alrededor de ellos, por donde se mire, el logo del Abierto de Australia: un tenista, tapando el sol con su figura, sacando de derecha. El saque, se sabe, abre el juego.
Nunca más oportuna esa imagen: es que cuando aquí en Australia sea lunes a las 11 (22 horas del domingo en Argentina), arrancará el primero de los cuatro Grand Slams del 2008. Y Federer, Nadal, Djokovic (ojalá Nalbandian) y el resto harán su juego... ç
Viva el Gran Rey David Nalbandian. Esperemos que esté en condiciones: de esta manera, nada se le va a escapar. Y los que quieran escapar, matarlo tendrán que.
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